«Mi intención nunca es retratar caras, sino almas» – Alfonso Silván
Alfonso Silván es un artista plástico nacido en Madrid, España. Especializado en la pintura acrílica de retratos con un estilo muy personal y expresivo.
Desde muy pequeño fue un apasionado del dibujo y la pintura tradicional, tenía el ambicioso sueño de convertirse en un artista mundialmente reconocido y ser recordado en los libros de historia. Sin embargo, aunque siempre supo que el arte sería un pilar fundamental en su vida y que se formaría como artista, durante unos años siendo adolescente le costó creer que esa podría ser realmente su profesión.
Esto ocasionó que con los años se fuera distanciando de la práctica, aunque nunca lo dejó del todo. Se focalizó en sus estudios como ingeniero (algo que también le gustaba), y el arte lo visualizaba como un bonito hobby.
En 2012 comenzó sus estudios como ingeniero informático en la Universidad Carlos III de Madrid, sin embargo, no tardó mucho en darse cuenta de que no iba en el camino que realmente deseaba.
Durante su segundo año de estudios tuvo una fuerte lesión en la pierna. Sufrimiento, soledad, tiempo y demasiados pensamientos fueron la receta perfecta para adentrarse en su mundo interior y conocerse a sí mismo. Había llegado el momento de dar un giro en su vida y avanzar en la dirección correcta, el camino a su felicidad.
Tras la recuperación, con la mente clara, las ideas fijas y un único objetivo, en 2014 deja los estudios de ingeniería y comienza el grado de Bellas Artes en la Universidad Rey Juan Carlos. Estos años de estudio recupera su pasión por la pintura tradicional, descubre lo bonito y enriquecedor que es estudiar sobre aquello que amas y vive plenamente su etapa de universidad.
No obstante, al finalizar los estudios y con cierta desconfianza en sí mismo y en su futuro como artista, busca la forma de encontrar un trabajo que le proporcione estabilidad económica a la vez que tiempo suficiente para mantenerse activo en la pintura. Comienza un proyecto de empresa con su padre para crear una correduría de seguros. Durante los 3 primeros años, este proyecto le consume prácticamente todo el tiempo y tiene que adaptar su faceta artística. Enfocándose principalmente en la pintura digital, medio que ya había practicado bastante y el cual le aportaba gran velocidad de creación y aprendizaje, realizando bastantes retratos de encargo durante las noches.
En 2019 tras la vuelta de su viaje por Kenia, con más tiempo para él y habiendo recuperado mucha confianza en sus obras, decide dejar los encargos y centrarse en un proyecto sobre su experiencia en Masái Mara. Este es realmente el comienzo de su carrera artística, encontrando y desarrollando un estilo propio bastante reconocible.
Su pasión por los retratos, las miradas y la expresión más pura de cada persona, unidos a su particular forma de pintarlos con cierto realismo y mucho color, hacen de sus retratos obras llenas de personalidad y sentimientos. Trata de reflejar el alma de quien es retratado y proyectarlo al mundo.